Lidiar con la alimentación emocional… Una guía paso a paso

Estoy sentado frente al televisor con una bolsa entera de papas fritas. Cuando estoy masticando, una pequeña voz en la parte posterior de mi cabeza aparece ocasionalmente y dice cosas como: “No puedo creer que esté comiendo esto” o “Probablemente debería guardar estas papas fritas antes de terminar toda la bolsa” o “Me arrepentiré de esto”. A pesar de esta persistente voz de la razón, mi mano se sigue sumergiendo en la pila salada, y las papas fritas, crujientes y tostadas  siguen llegando a mi boca.

Al final la bolsa se acaba y me quedé con una nueva voz diciendo: “No puedo creer lo que acabo de hacer”, “Me da vergüenza” y “Desearía no haberlo hecho”. Decido no volver a hacerlo nunca más, pero la próxima semana habrá un paquete nuevo de mi botana favorita en la despensa y estaré tratando de alcanzarla. Mi cerebro lógico intentará hablar, pero mi cerebro emocional es demasiado fuerte. Estoy comiendo en respuesta a los sentimientos en vez de hacerlo por hambre. Esto es alimentación emocional, y para algunos de nosotros es el tipo de alimentación que hacemos con mayor frecuencia.

La buena noticia es que hay esperanza para mí y otros comedores emocionales. La noticia no tan buena es que no existe una solución simple y única para todos. Según el Dr. Michael Vallis, psicólogo de salud registrado, la respuesta a su alimentación emocional es encontrar sus controladores internos, o las cosas dentro de usted que lo empujan a actuar. Los controladores internos son diferentes de persona en persona, pero cualquiera puede utilizar los pasos que se indican a continuación para el autodescubrimiento. Abajo aparecen las preguntas que el Dr. Vallis quiere que te hagas cuando te embarques en tu viaje de autodescubrimiento a fin de ayudarte a conquistar tu alimentación emocional.

1) ¿Qué comiste?

¿Te atraen los alimentos azucarados? ¿Salados? ¿Procesados? ¿Empaquetados? Toma nota de la comida a la que generalmente recurres cuando comes por emoción, y luego sé honesto contigo mismo. ¿Es este un alimento que puedes guardar en tu casa o en tu escritorio en el trabajo o es un alimento que debes probar y evitar tener cerca?

2) ¿Cuándo y dónde estás comiendo?

Cada vez que comas en respuesta a una emoción en vez de hacerlo por hambre, empieza a juzgarte menos y a observarte más. Escribe cuándo (el día de la semana y la hora), qué comiste y dónde estuviste. Hazlo durante una semana o más. ¿Notas un patrón? Tal vez no empieces a comer en exceso hasta después de la cena o tal vez el trabajo sea el lugar principal en el que te consientas. Toma nota y piensa en los ajustes que podrías hacer en el futuro. 

3) ¿Por qué estabas comiendo?

Es posible que no sea una pregunta tan fácil de responder como la anterior, pero es muy importante. Hazte esta pregunta tal como se la harías a un amigo, no con dureza y acusación, sino con curiosidad y sin prejuicios. ¿Estabas triste? ¿Estresado? ¿Cansado? ¿Esperaste demasiado para comer después de tener hambre? Escribe la forma en que te sentías cuando ocurrió la alimentación emocional. Fíjate si puedes encontrar uno o dos factores desencadenantes que puedan causar la mayoría de tus indulgencias.  ¿Estar cerca de cierta persona o en una determinada situación desencadena sentimientos de inutilidad, ira o tristeza? Comer es tu intento de cuidarte y no sucede porque eres estúpido o vago. Saber qué problema tratas de resolver por ti mismo te ayudará a encontrar otras soluciones que no involucren alimentos.

4) ¿Te gusta tu comida?

Tu relación con la comida es como cualquier otra relación. No deberías invertir tiempo y energía en alimentos que no te agraden. El Dr. Vallis lo pone de esta manera: “Si no estás contento contigo mismo después de comer una comida en particular, esa comida no te quiere”. Renunciar a esos alimentos que te hacen sentir mal puede parecer difícil al principio, y es posible que siempre te guste la idea de comerlos, pero al final empezarás a quererlos menos. Cuanto más te rodees de alimentos que no te causen problemas, más fácil será mantenerte alejado de los alimentos que te hagan sentir mal.

5) ¿Para qué estás dispuesto a trabajar?

Profundiza y descubre lo que es significativo para ti, no para un padre, un amigo, un vecino o un conocido en las redes sociales. Tal vez te sientas cómodo en un viaje en avión, o poder jugar con tus nietos, o irte a la cama por la noche sin “remordimiento”. Encuentra lo que te motiva y anótalo. Piénsalo. Lleva una copia en tu billetera. Superar la alimentación emocional puede ser un trabajo agotador y difícil, y tener algo que sea importante para ti en primera línea de tu mente puede ser útil cuando los tiempos se pongan difíciles o cuando desees ceder a la tentación. Recuerda que lo que sea que desees vale todo el esfuerzo.

6) ¿Cómo has tenido éxito en el pasado?

Lo más probable es que no sea la primera vez que trates de lograr una tarea desafiante. Piensa en otras veces que has trabajado en algo que no fue fácil. Recuerda lo que te ayudó a tener éxito antes de esto. Trata de recordar la sensación que te trajo el éxito y repítete que mereces volver a sentirte así… ¡porque lo mereces! Utiliza eso como base para el crecimiento. Aprovecha tus logros poco a poco con la confianza de que te diriges a la dirección exacta que deseas.

7) ¿A dónde te llevaron hoy tus decisiones?

Al final del día, reflexiona sobre a dónde te llevaron tus decisiones. ¿Tus elecciones te llevaron en la dirección correcta o te desviaron de tu camino? Sé honesto, pero sin prejuicios. Opta por tomar más decisiones mañana que te lleven a donde quieras estar.

Podría parecer desalentador sumergirte tan profundamente en ti mismo, pero el Dr. Vallis nos dice que es un cambio que “dolerá tan bien”. Nos da la analogía de encontrar un billete de 500 pesos en la acera. En el momento en que encontramos el dinero, es doloroso devolverlo, pero al final del día nos sentimos mucho mejor al hacer lo correcto. Quédate con esa idea. Y recuerda… “Tu próxima opción siempre puede ser más saludable”.

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